Los divorcios han aumentado después de la cuarentena. Han sido muchos días juntos, sin distracciones, que nos han obligado a ver que no somos como creíamos ser ni nuestra pareja tampoco
El confinamiento ha sido todo un reto para relacionarnos de forma sana con nosotros mismos y con las personas con las que compartimos domicilio.
La convivencia no siempre es sencilla. No es sólo compartir hogar, sino también diferentes formas de ver la vida y lidiar con costumbres que no tienen que coincidir con las nuestras, con las que hemos aprendido en nuestro entorno familiar y que para nosotros es el referente de lo que es correcto o incorrecto. Estas pautas con las que hemos crecido nos ayudan a mantener un concepto determinado de autoimagen que conforma nuestro carácter o personalidad, sin la cual nos sentiríamos inseguros.
Proyectamos en nuestra pareja todo lo que nos gustaría y creemos que nos falta
Justo estos condicionantes que se han ido adquiriendo a lo largo de nuestra infancia van a ser la base de nuestros conflictos personales y de pareja pues, en función de lo que hayamos experimentado y cómo, habremos adquirido percepciones de carencias afectivas que nos generarán incomodidad interna. Pocas veces son percibidas de forma consciente, conformando corazas para protegernos de ellas y no sufrir su falsa percepción de fragilidad y dependencia que asociamos con debilidad y, por lo tanto, con la incapacidad de sentirnos aceptados, valorados y queridos; en resumen, amados de forma incondicional. Todo esto repercute negativamente en nuestro equilibrio y salud, no es una forma sana y natural de vivir la vida.
Cuando nos sentimos enamorados, a parte de todo el estímulo químico que se despierta, también solemos proyectar en la pareja todo aquello que nos gustaría ser y sentir, pero que creemos que nos falta; es decir, cubrir aquellas carencias que nos incomodan o alimentar las creencias o corazas que nos permiten vernos más fuertes.
Por otro lado, nuestros niveles de exigencia han aumentado y la tolerancia ha disminuido a raíz de un sistema educativo que está basado en la competitividad, potenciando el rechazo, la comparación y el menosprecio y alimentando la falsa creencia de que así la vida será más fácil y segura.
¿Qué sucede cuando tenemos que compartir mucho tiempo juntos?
Ocurre que se acelera el tener que reconocer que no somos como creíamos ser, ni nuestra pareja tampoco, más bien representa todo aquello que rechazamos en nosotros y que nos genera irritación y malestar. Al no disponer de momentos de trabajo u ocio en los que nos distraíamos de nosotros mismos y de los demás, tampoco podemos distraernos de nuestros conflictos ni seguir alimentando la falsa ilusión que habíamos creado sobre nuestra relación de pareja.
Comenzamos a dudar de nuestros sentimientos hacia nuestra pareja; de hecho, ya hacía tiempo que habían cambiado, pero no teníamos una razón para darnos cuenta, ni tampoco tiempo para ello, pero tener que compartir día y noche con ella acaba mostrándonos nuestra auténtica realidad, aquella que quisimos ocultar. Habíamos proyectado nuestros ideales en ella pero eran sólo eso, ideales, y ahora lo que vemos son nuestras carencias, frustraciones y temores, principalmente esa falta de amor propio que queríamos compensar.
Cuando nos aceptamos, nos sentimos en paz
Todo este proceso aparece porque no nos han enseñado a valorarnos y respetarnos tal como somos, a aceptar nuestras virtudes y los mal llamados defectos, que en el fondo hacen referencia a aquellas otras partes de nosotros que fueron rechazadas por falta de aprobación o valoración al considerarse indignas o limitantes. Sin embargo, también componen nuestra naturaleza y debemos aceptarlas para sentirnos en paz.
Al no poder realizar este acto de aceptación, comenzamos a rechazar a la persona que representa y refleja todo aquello que nos hiere e incomoda, convenciéndonos de que es la culpable de nuestro malestar; nos creemos que, al dejar a nuestra pareja, dejaremos de sufrir, sin darnos cuenta de que ese malestar siempre ha estado en nuestro interior, siendo la pareja una oportunidad para reconocerlo y sanarlo. Eso no significa que debamos aceptar todo aquello que nos hace sufrir de la otra persona, sólo quizás reconocer que justo eso, el querer mantenerla, es parte de nuestro sufrimiento. El apego creado no permitía que pudiésemos reconocer lo que nos negábamos por miedo o desconfianza pero que, al no escucharnos, alimentaba nuestro malestar. Reconocer por qué nos estábamos haciendo daño nos dará una nueva oportunidad en la forma de percibirnos, de vivir y de relacionarnos.
Por lo tanto, si somos capaces de aceptarnos en profundidad, también seremos capaces de poder aceptar aquellas cosas que nos incomodan de la pareja o que nos hacen reaccionar de forma destructiva hacia la relación. Actuemos de manera saludable con nosotros mismos y nuestro entorno, desde el respeto, la comprensión y la aceptación; despertando nuevamente un sentimiento de amor, pero desde otra dimensión, donde cada uno tiene la libertad de ser y actuar. En este nuevo plano no es necesario luchar para no sentirnos heridos, pues esas heridas son las que la relación de pareja me mostraba y no quería reconocer. Es importante curarlas desde el amor propio, el reconocimiento y la aprobación de todo los que somos, sin apegarnos a ningún juicio preestablecido.
Luis Ros
Naturaleza Savia destaca:
- La cuarentena ha llevado a muchas parejas al borde del abismo. Los sentimientos de rechazo ya estaban de antes pero han sido tantas semanas sin distracción de trabajo y ocio que nos hemos visto obligados a mirarnos a nosotros mismos y ver nuestras profundas heridas. Nuestra salud emocional se ha desestabilizado.
- Cuando nos enamoramos, solemos proyectar en la pareja todo aquello que nos gustaría ser y sentir, pero que creemos que nos falta; buscamos cubrir aquellas carencias que nos incomodan o alimentar las creencias o corazas que nos permiten vernos más fuertes.
- El origen del problema está en que no nos han enseñado a valorarnos y respetarnos como somos, con nuestras virtudes y mal llamados defectos, que en el fondo hacen referencia a aquellas otras partes de nosotros que fueron rechazadas de niños y que debemos aceptar.