El libro autobiográfico de Xavier Miralpeix cobra especial importancia estos días, en los que los pilares de nuestra vida han sido zarandeados
Deportista de élite como nadador, plusmarquista nacional con sólo 18 años, olímpico. Xavier Miralpeix tenía un futuro más que prometedor en el deporte, pero ese futuro nunca llegó, un coche que arrasó su moto y se fue a la fuga le arrancó una pierna y le arrancó casi la vida también. Tenía 21 años. Fue un mazazo, físico y psicológico, con dolores tan fuertes en ocasiones que llegó a perder el conocimiento, con angustias, pánico, decepciones… pero se prometió que nunca jamás tiraría la toalla.
Su libro “La belleza de las cicatrices”, su autobiografía, no deja indiferente. Es una oda a la vida, a la esperanza, a la resiliencia, al esfuerzo y al coraje; un canto que cobra especial importancia estos días en que el coronavirus ha hecho volar por los aires los pilares sobre los que estábamos asentados y nos ha obligado a mirar de cara a la vida y la muerte, el miedo, la inseguridad y la incertidumbre.
No es lo que te pasa, es cómo lo vives
“No es lo que te pasa, es cómo lo vives”. Ése es su lema y con él como bandera y su experiencia personal y profesional su misión hoy es ayudar a las personas a conseguir su máximo bienestar cuidando cuerpo, pensamientos, emociones y espíritu.
Su vida y con ella su libro no están edulcorados. Su camino, tras su fatal accidente, ha estado lleno de piedras, muchas, grandes -gigantes algunas-, pero cuando se debatió entre la vida y la muerte eligió vivir y, pese a las muchas adversidades, quiso pasar sus días viviendo, respirando la vida a cada instante, y no sobreviviendo.
Enfrentarnos a nuestros miedos para movilizarnos
“Sólo hay una cosa tan inevitable como la muerte y se llama vida. Tenemos que exprimirla al máximo porque un día la perderemos y no debemos esperar a que sucedan las cosas, tenemos que ser nosotros quienes hagamos que las cosas sucedan. El tiempo es lo único que no recuperamos, es el bien más preciado del que disponemos -reflexiona el autor- (…). A veces hay que ir hasta abajo del todo para impulsarse hacia arriba. Entonces aprietas los dientes, hasta las nalgas, flexionas las rodillas y saltas con fuerza para salir del pozo. Ésa es la vida, una constante entrada y salida de pozos imaginarios, más o menos profundos, en los que caes y de los que tienes que tratar de fugarte con el menor número de cicatrices posibles (…). Si te levantas de una “sacudida”, volverás a surcar los cielos más azules de tu inmensa alma”.
Él sabe, y mucho, de sacudidas, de cicatrices y también de cielos azules; por eso invita a mirar la vida de frente y con ella a las adversidades, el miedo y la parálisis. Sólo así podremos enfrentarnos a nuevas aventuras vitales.