Hoy 26 de julio se celebra el Día del Abuelo. Nuestro más sentido homenaje a ellos, que tanta sabiduría, generosidad, dulzura y entrega nos han dado
En la actualidad, hablamos de la contemplación con relación a conceptos como la meditación, el mindfulness, la atención plena, el yoga o la práctica de alguna técnica espiritual que hemos importado desde las técnicas ancestrales o las filosofías orientales.
En mi caso, después de practicar durante un tiempo la meditación, el canto terapéutico y el proceso sanador humanista, decidí formarme en mindfulness para acompañar con más conocimiento a personas y grupos con los que trabajaba como educadora social o musicoterapeuta.
Fue entonces, profundizando en este aprendizaje, cuando me di cuenta de que quien realmente me ha enseñado el Arte de la Contemplación ha sido mi abuelo materno, Claro González Valencia.
Su fuente de inspiración era su actitud de respeto y admiración hacia cada instante de su vida diaria
Cada noche, mi abuelo, labrador de profesión, me contaba un cuento protagonizado por mirlos, campos sembrados de cereales, carruajes que llevaban cuadrillas cantando camino de la labor en el campo, liebres veloces o zorras astutas. Siempre era diferente y, lo mejor de todo, es que aceptaba peticiones. Si le pedía un cuento sobre una rana, porque esa mañana había visto una, o sobre los juncos de la acequia de al lado de casa, siempre me complacía. ¡Qué inventiva! Años después entendí que su fuente de inspiración era su actitud de respeto y admiración hacia cada instante de su vida diaria.
Lo recuerdo especialmente mirando al cielo pausado, sin prisa, cambiando lentamente de postura y de perspectiva. Yo lo acompañaba de cerca, unos ratos sin rechistar y otros sin parar de preguntar. Nunca me faltó una respuesta. Y ¡mira que soy curiosa!
En esos ratos en los que yo callaba, me señalaba algún detalle a tener en cuenta, llamando mi atención sobre la forma del rabo de una nube, el matiz del color azul difuminado sobre un tejado o el cambio en la velocidad del viento. Increíblemente, estas sutilezas que mi abuelo percibía guardaban información veraz que él podía interpretar para adelantar cuál sería el clima de los próximos días o cuál era la hora exacta. Estos datos le indicaban lo que estaría haciendo el segador vecino cerca de la Vega o el pastor amigo que en ese momento estaba cuidando su ganado de ovejas a la sombra del Cerro del Águila.
Lo más sorprendente es que cuando el vecino y el pastor regresaban al lugar lo comentaban tal cual, como si nada. Qué gran conexión con la inteligencia esencial y qué grandes conocimientos atesoraba mi abuelo Claro.
Se manejaba con total coherencia entre la percepción de lo sutil y su aplicación en la vida diaria.
Algo que captaba toda su atención era la aparición de un avión en el cielo. Lo recuerdo vívidamente, a mi lado. Una mano sobre otra, apoyado en su garrota, observando la escena. Toda su atención se enfocaba en el pequeño pájaro de metal y el halo grisáceo que iba dejando a su paso.
Los seguía con la vista y con un ligero movimiento de cabeza hasta que el punto se diluía en el fondo azul. Entonces, se volvía hacia mí y me hablaba del canto del cuquillo o del grosor del grano de las espigas de trigo de esa temporada. Sólo si había adultos en la platea, expresaba su teoría: “Eso está haciendo agujeros en el cielo y por eso no llueve, el sembrado se seca antes y los pájaros se van”.
Quizá no era una teoría del todo certera, ni el momento de hablar de ello, ya que en los 70, el progreso tecnológico era el mayor orgullo de la humanidad “primer mundista”. Pero cuando se descubrió el agujero en la capa de ozono por las emisiones de CO2, dejó de ser absurda y cobró sentido.
De él aprendí el no juicio, atención con compasión por todo lo que me rodea y existe conmigo Aquí y Ahora
Me siento muy orgullosa de mi formación académica, he aprendido mucho en la formación complementaria sobre la mente, las personas, el equilibrio, el silencio, la serenidad y la calma, pero sé que Claro González Valencia, mi abuelo, es mi verdadero mentor en el Arte de la Contemplación.
Gracias a sus cuentos, aprendí a amar la naturaleza y con su compartir, su paciencia y su coherencia aprendí el Arte de la Atención Plena: sin juzgar, con compasión por todo lo que me rodea y existe conmigo Aquí y Ahora.
Me descubrió el sentido de la contemplación. Ahora, observo con alegría las olas verdes que el viento crea en los campos de cebada y agradezco el regalo de tanta belleza; percibo con admiración la conversación de los pajarillos que se posan en la barandilla de mi balcón; construyo obras de arte con mis manos, sin pensar en el resultado, sintiendo cada parte del proceso; soy capaz de maravillarme con un pequeño detalle y darle su verdadera importancia, la de ese gran instante.
Sólo me queda lanzar una invitación: contempla la naturaleza, disfruta de cada momento, aprende a escuchar tu intuición para sentir, decir y hacer en coherencia y así lograrás Vivir con Satisfacción.
Mar Bustos
Naturaleza Savia destaca:
- Cada noche, mi abuelo, labrador de profesión, me contaba un cuento protagonizado por mirlos, campos sembrados de cereales o carruajes. Cada día era diferente. Años después entendí que su fuente de inspiración era su actitud de respeto y admiración hacia cada instante de su vida diaria. Se manejaba con total coherencia entre la percepción de lo sutil y su aplicación en la vida diaria.
- Gracias a sus cuentos, aprendí a amar la naturaleza y con su compartir, su paciencia y su coherencia aprendí el Arte de la Atención Plena: sin juzgar, con compasión por todo lo que me rodea y existe conmigo Aquí y Ahora.
- Lanzo una invitación: contempla la naturaleza, disfruta de cada momento, aprende a escuchar tu intuición para sentir, decir y hacer en coherencia y así lograrás Vivir con Satisfacción.
1 Comentario
Hola, Mar :
Gracias, por compartir y agradecer a tu abuelo con este homenaje. Eso dice mucho y bueno de ti. Y qué sabiduría la de aquellos abuelos que observaban con atención y se inspiraban en el movimiento del universo, la vida.
Tu articulo me ha permitido recordar al hilo de lo que cuentas a, mi abuelo materno , perfecto como su nombre. Vivió 100 años, y me enseño un sentido común, ideas que evocaba cuando estudie Inteligencia Emocional.
Gracias por este artículo que ha traído bonitos recuerdos a mi memoria. Un saludo, Rosalía