Más allá de la autoestima, la compasión es un viaje interno a nosotros mismos, aceptando nuestra naturaleza imperfecta y mirándonos con amor incluso en los momentos más difíciles
La compasión hacia uno mismo es un viaje interno, desde un amor o autoestima condicionado por nuestros logros, a un amor más sabio y profundo, en el que nos aceptamos y amamos incluso con nuestros errores e imperfecciones.
Los estudios indican que las personas con niveles más elevados de autocompasión se sienten valiosas de forma más firme y constante que las que puntúan alto en las pruebas de autoestima. Para mantener nuestra autoestima hemos de satisfacer ciertos ideales, en cambio el amor propio que proviene de la autocompasión es menos vulnerable.
Una mirada amorosa hacia nosotros y los demás
La compasión consiste en desarrollar la habilidad de dirigir una mirada amorosa hacia nosotros mismos y hacia otras personas, especialmente en momentos de sufrimiento, cuando las cosas no nos salen bien, hemos fracasado o nos hemos comportado mal.
Los seres humanos somos imperfectos por naturaleza, por ello la autocompasión nos ayuda a aceptar nuestros errores y emociones negativas o contractivas como la ira, el miedo, la vergüenza…
¿Por qué nos cuesta ser compasivos con nosotros mismos?
Las personas no somos compasivas con nosotros mismos porque creemos que necesitamos la autocrítica para motivarnos. Nuestra cultura apoya la autocrítica para evolucionar, al igual que nuestro cerebro más primitivo, reptiliano y límbico, pero podemos aprender a motivarnos de otro modo con la compasión, más propia del neocortex, nuestro cerebro más evolucionado.
Cometemos el error de criticarnos pensando que así nos motivaremos y mejoraremos
Tenemos el automatismo de criticarnos cuando algo va mal: «Soy un inútil, nunca hago las cosas bien en el trabajo», «parezco una vaca de lo gorda que estoy», «nunca seré capaz», «todo me sale mal»… La voz autocrítica tiene una extraña función autoprotectora: «Estoy convencido de que si me hablo así desearé cambiar, mejoraré y, además, lo que me digan los otros no me dañará tanto, porque yo mismo he sido más duro». La realidad es que estos mensajes no nos motivan, sino todo lo contrario. Es importante identificar y abordar estos patrones de autoprotección automáticos que nos mantienen en modalidad de supervivencia y nos impiden prosperar y vivir plenamente.
Pero entendamos que el propósito de estos pensamientos que nos fustigan y nos producen ansiedad no es herirnos ni hacernos sentir mal. En último término, el propósito de esta voz interna es protegernos. Pero podemos hacerlo de otro modo más consciente, desarrollando la habilidad de ser compasivos.
¿Cómo desarrollamos la compasión?
Para poder ser compasivos con nosotros la práctica de la meditación es una gran ayuda. Cuando meditamos, desarrollamos la habilidad de estar con nosotros, de identificar los pensamientos y las emociones, situándonos desde un lugar amoroso, que es nuestra verdadera naturaleza. Desde ese Yo Profundo podemos amarnos incondicionalmente, acogiendo todo lo que hay en nuestro interior.
Las compasión tiene tres elementos:
- Elegir ser amable con uno mismo y con los demás, en lugar de ser autocrítico.
- Recordar que todos somos parte de una humanidad común, de modo que todos estamos unidos por una naturaleza imperfecta.
- Tener claro que el dolor forma parte de la vida y hemos de ser conscientes de nuestro sufrimiento, en lugar de ignorarlo, huir de ese malestar o tomar una actitud victimista.
¿Cómo llevarlo a la práctica?
Trae a tu mente algo que te cause sufrimiento y autocrítica, algo por lo que te juzgas a ti mismo.
El primer paso es identificar que estás pasando por un momento difícil externo o interno. Te dices a ti mismo/misma: «Éste es un momento de sufrimiento». Puedes utilizar las palabras que te sean más cómodas como: «Esto es muy duro». Lo importante es que identifiques y seas consciente de lo que sientes.
El segundo paso es recordar nuestra humanidad común y decirte: «El sufrimiento forma parte de la vida» o «es humano sentirse mal».
El tercer paso es poner las manos sobre tu corazón, sentir ese calor que te aporta el contacto para decirte: «Elijo ser bondadoso conmigo en este momento. Deseo darme el amor y la compasión que necesito».
Manteniendo las manos sobre tu pecho visualiza una luz que surge de tu corazón y que poco a poco te rodea. Repite interiormente las siguientes cuatro frases: «Que yo sea feliz, que yo pueda vivir en paz, que pueda sentirme en calma, que encuentre la luz en mí». Puedes repetirlas todas las veces que necesites.
Tatiana Muñoz
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Naturaleza Savia destaca:
- La compasión hacia uno mismo es un viaje interno, desde un amor o autoestima condicionado por nuestros logros, a un amor más sabio y profundo, en el que nos aceptamos y amamos incluso con nuestros errores e imperfecciones.
- La compasión consiste en desarrollar la habilidad de dirigir una mirada amorosa hacia nosotros mismos y hacia otras personas, especialmente en momentos de sufrimiento, cuando las cosas no nos salen bien, hemos fracasado o nos hemos comportado mal.
- Tenemos el automatismo de criticarnos cuando algo va mal. La voz autocrítica tiene una extraña función autoprotectora: «Estoy convencido de que si me hablo así desearé cambiar, mejoraré y, además, lo que me digan los otros no me dañará tanto, porque yo mismo he sido más duro». La realidad es que estos mensajes no nos motivan, sino todo lo contrario.