Tendemos a aferrarnos a aquello que una vez nos funcionó cuando ahora lo único que hace es limitarnos
La vida se vive hacia adelante pero se entiende hacia atrás. Viajar a nuestra primera infancia, a nuestra adolescencia… con la mirada del adulto de hoy y vernos desde fuera, poniendo distancia, como si estuviéramos viendo la obra donde transcurren las escenas de nuestra niñez y nuestra relación con nuestro entorno nos permitirá comprender algunas de nuestras reacciones de hoy, como cuando sale nuestro niño enfadado. Nos ayudará también a reflexionar sobre la idea de que aquellas actitudes y comportamientos que nos sirvieron en su día no tienen por qué servir ahora.
Lo pienso en el coche, cuando el sol me molesta en los ojos y bajo el parasol. Y ahí se queda por horas, aun no necesitándolo. Y cuando me doy cuenta, lo pliego, y mi visión es mucho más amplia porque está todo mucho más despejado. ¿Cuántas veces algo nos sirve en un momento y nos aferramos a ello, cuando ya no es necesario, sólo por inercia? Pronto tendemos a crearnos surcos que nos hacen ir en automático.
Es momento de parar y escuchar a tu parte más genuina
Sin el automático aprendemos también a darnos cuenta. Como si tuviésemos un mando a distancia mágico capaz de parar la vida, ese darnos cuenta nos permite ponernos en pausa por un momento y preguntarnos: ¿por qué estoy reaccionando así?, ¿desde dónde estoy actuando, desde el padre autoritario, desde el niño herido?, ¿para qué estoy actuando así?, ¿qué busco?, ¿qué gano?
Cuando ese niño herido sale sólo quiere que le escuches, le des atención y ternura, le digas que le entiendes y le digas también cómo salir de ésta ahora que tu adulto ya no es un niño pequeño y tiene una experiencia y unos conocimientos para manejarse en la vida. Sólo quiere que le trates como tratarías a un niño triste y enfadado.
Tu niño herido necesita atención y tu otro niño, también. Es momento de parar y escuchar a tu parte más genuina, a ese niño que te dice que hay algo que no va bien, que no quiere ir en automático ni quiere días grises, que quiere que vuelvas a reír y a jugar. Él está deseando ser escuchado, sólo hay que hacerle un poco de caso: ser consciente de que está ahí deseoso de salir a dar lo mejor de sí para que te liberes de ataduras y de piedras pesadas, para que sueltes lastre y puedas expandirte; quererle, hablarle, darle espacio, confiar y dejarte llevar por él. Con esa escucha llega el equilibrio y bienestar, la salud emocional.
Atrevernos a ir por caminos desconocidos
Cuando te dejas llevar por tu parte más genuina, pierdes el miedo porque sabes que no quiere hacerte daño. Recuerdo una guardería que me encontré un día dando un paseo. Sus paredes externas estaban llenan de frases. Me quedé con dos: ‘’Y entonces, cuando crees que ya no hay camino y te asomas al despiste, una música invisible te atrae hasta la puerta’’; ‘’ningún adulto se acuerda de aquel lugar porque allí no existe la memoria. Nadie sabe cómo llegar, sólo los que se pierden’’.
Si continuamos por esos surcos que conocemos de memoria, con el parasol que nos limita la visión, no sólo nos perderemos un montón de vidas, oportunidades e ilusiones que nos están ahí esperando, sino que además esa actitud no nos asegura que no nos vayamos a encontrar pesadas piedras en el camino. Sólo yendo por caminos desconocidos podremos redescubrir la belleza de la vida y volver a inspirarla profundamente, como cuando éramos niños. Las piedras las encontraremos igual, dolerán igual también, pero vivirá para siempre la existencia genuina, la confianza en la vida, la ilusión de la mirada del principiante.
Naturaleza Savia destaca:
- Salir del piloto automático y observarnos, nos permite preguntarnos ¿por qué estoy reaccionando así?, ¿para qué estoy actuando así?, ¿qué busco?, ¿qué gano?
- Hay actitudes y comportamientos que nos sirvieron en su día y no tienen por qué servir ahora.
- Sólo yendo por caminos desconocidos podremos redescubrir la belleza de la vida y volver a inspirarla profundamente, como cuando éramos niños. Las piedras las encontraremos igual, dolerán igual también, pero vivirá para siempre la existencia genuina, la confianza en la vida, la ilusión de la mirada del principiante.