Es importante que exista en la vida de todo niño una figura paterna sin importar quién ejerza esas funciones. El padre es seguridad, socialización, autonomía…
¿Cómo surgió el Día del Padre?
Fue el 19 de junio de 1909 en Estados Unidos, cuando una mujer quiso rendir homenaje a su padre. Esta mujer, llamada Sonora Smart Dodd, quiso agradecer públicamente el trabajo de su padre que, siendo viudo y sin ningún tipo de ayuda externa, se hizo cargo de Sonora y sus hermanos. Por ello, la mujer propuso el 19 de junio como fecha señalada para celebrar el Día del Padre.
Sin embargo, no fue hasta 1924 cuando se estableció como Día Nacional del Padre en Estados Unidos. En la mayoría del continente americano esta festividad se celebra el tercer domingo de junio, a diferencia de los países de origen católico, como España, que celebra este día el 19 de marzo, coincidiendo con la festividad de San José.
La importancia de la Figura Paterna
Es importante que exista en la vida de todo niño una figura paterna. Sin importar quién ejerza esas funciones, debe existir la persona que le preste apoyo a la madre en los primeros meses después del nacimiento del niño, que ofrezca seguridad al niño, que le trasmita valores y le imponga límites.
El padre es una figura de apoyo y seguridad absoluta para el niño, esa interacción ayudará a que el niño desarrolle una personalidad y una confianza en sí mismo necesaria para adaptarse más adelante al mundo exterior. Ofrecer ese espacio seguro es uno de los roles más importantes del padre en la familia.
Como decía George Herbert, “la influencia de un padre pesa más que la de un centenar de maestros en la escuela».
Papá y mamá, dos figuras importantes
De la mano de los padres, los hijos empezarán a abrirse al mundo que les rodea, a los demás; comprenderán la importancia de socializarse y lo necesario que es para su desarrollo interior. Es aquí donde el padre se constituye como un referente distinto al de la madre. Los hijos observarán cómo su padre afronta, gestiona y reacciona de forma diferente a la madre, dándoles la posibilidad de que ellos, poco a poco, vayan sacando sus conclusiones sobre el modelo a imitar o a tener en cuenta para cuando a ellos les ocurran situaciones parecidas. Aprenden del ejemplo e imitan lo que ven y es la interpretación que sacan de su experiencia, unido a su personalidad, lo que les hace inclinarse por un estilo u otro.
Los niños que cuentan con un papá muy involucrado en su crianza suelen desenvolverse mejor en la vida que aquellos que no tuvieron una figura paterna durante su desarrollo infantil. Los niños que crecen sin una figura paterna, por lo general, muestran trastornos en la adolescencia porque no encuentran una identidad. Este tipo de jóvenes sufre inseguridad, soledad y depresión, que pueden plasmarse en el fracaso escolar, consumo de drogas y vagancia.
Gran número de estudios han arrojado que un niño con más de una figura de apego desarrolla una base más sólida para hacerle frente a los problemas de la vida.
Este apego se produce de forma simple: el papá tiene que tener un rol activo en los cuidados del niño desde su más tierna lactancia. De esta forma, el menor irá desde pequeño asociando el cuidado y la protección a la figura de su progenitor. Si esto falta, se corre serio riesgo de que el niño desarrolle el síndrome del padre ausente. Y esta ausencia no solamente responde a la falta física de la figura paterna, sino que también a la que se provoca cuando el papá es demasiado distante.
Este hecho puede influir en una baja autoestima del niño, problemas en los estudios, ansiedad, el peligro de sufrir bullying o de transformarse en aquel que abusa psicológicamente de los demás. Todo ello por no tener establecidos los límites.
La manera en la que el niño llega a conocerse a sí mismo depende, por tanto, del doble modo en el que él siente ser conocido respectivamente por la madre y por el padre. El niño, al alternar los encuentros con los padres, conoce un modo diverso de sentirse y de hacer experiencia de sí mismo, favoreciendo el desarrollo tanto del sentido de identidad como el de ser que actúa.
La importancia del padre en la educación y el crecimiento de los hijos
Hay tres áreas del comportamiento infantil que resultan particularmente importantes sobre la influencia de la figura paterna en el desarrollo del niño.
El padre tendería a desarrollar una mayor autonomía e independencia en el hijo, facilitando el proceso de separación-individuación de la madre; el padre impulsaría la diferenciación y la tipificación sexual en los hijos; el padre promovería la adquisición de los valores sociales y, por consiguiente, el desarrollo moral.
El completo desarrollo del niño se produce en el interior del espacio, sobre todo afectivo-emotivo, que los padres delimitan.
Desde el segundo año de vida, la sombra lanzada por el padre toma progresivamente consistencia para el niño, haciéndose realidad. La edad comprendida entre el segundo y el tercer año de vida es una verdadera adolescencia en miniatura. De todos los cambios experimentados por el niño es en esta fase donde se produce el “encuentro” con el padre. No por casualidad, ésta es la edad de los caprichos, de las protestas, y donde se evidencian los primeros síntomas de muchas psicopatologías infantiles. El niño se convierte en un ser desorientado y confuso: quiere y contemporáneamente no quiere; pide y una vez obtenido, rechaza; reclama y después destruye sus propios juguetes, desesperándose porque se han roto. Tal comportamiento se denomina “efecto padre”. No es negativo, sino necesario, una fase más en la madurez del niño.
Un padre tiene que ser un ejemplo y modelo a seguir de aquello que quiera inculcar a su hijo. Y, si carece de esa virtud que quiere inculcar, debe mostrar constancia y empeño por conseguirla. El ir cambiando para ser mejor persona le enseñará a su hijo que es un proceso que dura toda la vida.
“No te preocupes porque tus hijos no te escuchen… te observan cada día» (Madre Teresa).
El padre da la vida y la madre la luz
La clave es que ambos (padre y madre) pasen tiempo de calidad con sus hijos, los conozcan, sepan sus gustos, hablen con ellos, sepan de sus curiosidades, preocupaciones, jueguen con ellos, muestren afecto (besos, abrazos, cariño), así se crea un vínculo con sus hijos. También deben implicarse ambos en la educación de sus hijos (saber sus horarios de actividades, llevarlo al colegio, reunirse con los profesores, leerle libros, enseñarle sobre sus curiosidades), cooperar en las tareas domésticas (ayudar a bañarlos, vestirse, preparar la comida, limpiar…). Así seremos modelos de igualdad para nuestros hijos.
El mejor legado de cualquier padre para sus hijos es un poco de tiempo con ellos cada día.
Amelia Ramos
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Naturaleza Savia destaca:
- Es importante que exista en la vida de todo niño una figura paterna, sin importar quién ejerza esas funciones.
- De la mano de los padres, los hijos empezarán a abrirse al mundo que les rodea, a los demás; comprenderán la importancia de socializarse y lo necesario que es para su desarrollo interior. Es aquí donde el padre se constituye como un referente distinto al de la madre.
- El niño, al alternar los encuentros con los padres, conoce un modo diverso de sentirse y de hacer experiencia de sí mismo, favoreciendo el desarrollo tanto del sentido de identidad como el de ser que actúa.