Un cuento que nos invita a pensar en la humildad y en el valor de los demás. A pesar de las apariencias, no caigamos en el error de creernos mejor que los otros
Érase una vez que se era… un hermoso jardín y una rosa roja de la que todo el mundo comentaba que no había flor más bella.
La rosa se encendía más aún cada vez que la halagaban.
Sin embargo, no entendía por qué todos la observaban desde lejos y nadie quería disfrutar de su color y su aroma desde cerca.
Un día se dio cuenta de por qué nadie quería acercarse a ella. A sus pies, había un enorme sapo feo que asustaba a todos.
La rosa, indignada, ordenó al sapo que se fuese muy lejos de ella para dejar de manchar su imagen.
El sapo, muy humilde, la hizo caso y se marchó lejos.
A la rosa le duró poco la felicidad de verse sin sapo, toda hermosa y observada y halagada de cerca por los paseantes. No sabía por qué, pero cada vez se encontraba peor, más débil, hasta que sus pétalos empezaron a caerse y su tallo a doblarse. Todos dejaron de observarla.
Un día, una lagartija la vio llorando y le preguntó. La rosa le contó su desgracia, se había dado cuenta de que su debilidad y fealdad se producían porque las hormigas la estaban devorando.
Era el sapo quien se comía las hormigas y la mantenía tan hermosa.