La práctica habitual de la meditación va creando un efecto desacelerador en nuestra mente que nos devuelve la serenidad
Nuestra mente está muy ocupada, terriblemente ocupada, cada vez más ocupada de ruido y obligaciones. Está tan ocupada que no hay espacio para frenar y poner orden. Vivimos arrastrados por la corriente de acontecimientos y las mareas emocionales que éstos nos provocan. Sin tiempo ni lucidez para recuperar el rumbo; privados de la calma necesaria para saborear la vida.
La meditación le da la vuelta a esta situación. La práctica habitual de meditación va creando un efecto desacelerador en nuestra mente que nos devuelve la serenidad, incluso a veces, la cordura.
Los pensamientos son como un cuentacuentos del pasado y el futuro
Como dice Eline Snel en su precioso libro Tranquilos y Atentos Como Una Rana, “los pensamientos son como un cuentacuentos”, una incesante voz que no deja de recordarnos cuentos de ayer y suponer cuentos sobre mañana. Y, aunque cumplen una importante función, debemos aprender cómo atenuar su voz. Porque cuando nos habla del pasado nuestro corazón trae al presente conflictos, culpas o tristezas de esos momentos y cuando inventa historias del futuro nos llena de inquietud, ansiedad y terrores imaginarios. Literalmente así, con toda esta carga emocional añadida, vivimos cada segundo de nuestro presente.
El cuentacuentos nos impide gozar de la vida con plenitud ya que invade el corazón con emociones que no pertenecen al aquí y ahora. Contamina todas nuestras vivencias con fardos anímicos que no son de ese momento, sino de otro. Este exceso de equipaje nos imposibilita disfrutar de la vida porque cuando queremos contemplar un atardecer, saborear una deliciosa comida o escuchar música… nuestra atención en verdad no está del todo ahí. Está dispersa en otros lugares, en otros tiempos y en otras obligaciones. Nuestros sentidos cegados por tanta información sólo logran percibir pequeños destellos de esas experiencias, perdiéndonos gran parte del disfrute, incluso todo.
Meditar desocupa mente y corazón. Crea un espacio de silencio en esta cacofonía de emociones y cuentos. Y en este silencio nos reencontramos con nosotros mismos, recuperamos la energía derrochada digiriendo tanta fábula y nos conectamos con la potencia del aquí y ahora. De un solo aquí y un solo ahora a la vez. Vaciada la mente de tiempos pasados y suposiciones futuras se despejan nuestros sentidos. Se hace hueco para ver, saborear y sentir plenamente el presente en toda su maravilla. Sin lastres ni distracciones. Y al fin, en ese espacio silencioso, podemos escuchar nuestra verdadera voz. Nuestra única voz: la consciencia.
A través de la consciencia, podemos captar las verdaderas mareas que agitan nuestro interior
Consciencia es nuestro sentido más despierto. Con él podemos captar las verdaderas mareas que agitan nuestro interior; ésas que no nos dejan parar en paz. Es la voz más íntima con la que podemos dialogar sin ruido con nosotros mismos y empezar a poner orden en nuestro interior. Sólo cuando voces pasadas y futuras callan es cuando nuestra consciencia empieza primero a escuchar y, después, a calmar las aguas de nuestro océano emocional.
Sin tantas fábulas en la cabeza y sin tanto nudo en las tripas se abre un tiempo para el deleite, para el disfrute sereno de cada momento, despertando así a una nueva realidad donde poco a poco vamos aprendiendo que la vida está para vivirla conscientemente, intensamente, absorbiendo cada segundo. La práctica milenaria de la meditación nos enseña que el pasado ya se fue y los terrores del futuro no están aquí, sino allí lejos, que lo único verdadero es el presente. Lo demás, cuentos de ayer o mañana que escuchamos demasiado y nos hacen perder el rumbo. En definitiva, la meditación es la mejor ancla que frena esa deriva, ese ruido.
Manuel de Mena
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Naturaleza Savia destaca:
- Vivimos arrastrados por la corriente de acontecimientos y las mareas emocionales que éstos nos provocan. La meditación le da la vuelta a esta situación. La práctica habitual de meditación va creando un efecto desacelerador en nuestra mente que nos devuelve la serenidad, incluso a veces, la cordura.
- Los pensamientos y las ideas al pasado y al futuro nos impiden gozar de la vida con plenitud ya que invade el corazón con emociones que no pertenecen al aquí y ahora.
- Consciencia es nuestro sentido más despierto. Con él podemos captar las verdaderas mareas que agitan nuestro interior; ésas que no nos dejan parar en paz. Es la voz más íntima con la que podemos dialogar sin ruido con nosotros mismos y empezar a poner orden en nuestro interior.