Como los alimentos ecológicos, la cosmética ecológica es una elección de cada vez más personas que buscan un consumo más sostenible y responsable. Os contamos qué la distingue
Todo en nuestro mundo va muy deprisa y nuestros ritmos de producción y consumo no son una excepción. Aunque el confinamiento por la pandemia del Covid-19 nos hizo frenar de golpe y dimos un pequeño respiro a la naturaleza, poco a poco volvemos a reanudar la inercia que nos impone la economía.
El cambio en los usos del suelo, la contaminación y el cambio climático están provocando que estemos perdiendo muchos hábitats terrestres y marinos, con el consecuente descenso en la tasa de biodiversidad. Esta situación es preocupante porque nuestra supervivencia y las funciones ecológicas de la tierra dependen directamente de la diversidad biológica.
Afortunadamente, cada vez son más las personas que son conscientes de la crisis ambiental que estamos viviendo y han optado por seguir hábitos de consumo más sostenibles y responsables. Uno de los primeros pasos que se toma es el cambio en la alimentación, eligiendo alimentos ecológicos, de temporada y de proximidad.
Los productos que nos aplicamos en la piel afectan directamente a nuestra salud
El segundo paso natural es tomar conciencia de que los productos cosméticos y de higiene que nos aplicamos en la piel también afectan directamente a nuestra salud, por lo que el consumo de cosmética ecológica es la elección de un número cada vez más creciente de la población.
Respondiendo a esta necesidad, están surgiendo muchas iniciativas empresariales de cosmética ecológica de autor en las que las personas emprendedoras, como alquimistas modernos, investigan y prueban diferentes fórmulas con ingredientes ecológicos, para conseguir productos beneficiosos y respetuosos con nuestra salud y con nuestro planeta. A través de ellos, de lo más natural, alcanzamos de manera más sencilla el equilibrio y el bienestar.
A diferencia de la alimentación, en cosmética no siempre es fácil obtener un producto de calidad con la totalidad de ingredientes procedentes de agricultores locales cercanos. Y, a pesar de que hay una tendencia a elaborar productos a partir de formulaciones sencillas, muchas veces hay que recurrir a materias primas cultivadas en países lejanos. Es de sobra conocido que los países con mayor biodiversidad son los países del Sur, lo cual no ha sido siempre una suerte para ellos, ya que esta riqueza en recursos naturales ha sido en muchas ocasiones una causa de explotación y abuso contra las personas productoras de estos países. Hay muchísimos casos a lo largo de la historia, tales como el caucho en el Amazonas, la soja en Argentina o la palma en Colombia e Indonesia.
La cosmética ecológica atiende a la materia prima y a las condiciones sociales de sus productores
Por ello, cuando hablamos de cosmética ecológica, no tenemos que pensar solo en el modo en que se ha producido la materia prima (cultivo ecológico o convencional), sino en las condiciones sociales en la que se encuentran sus productores. La mejor manera de garantizarlo es a través de los criterios de comercio justo que, entre otros principios, facilita el empleo a los sectores más desfavorecidos, garantiza un precio justo y relaciones comerciales íntegras y transparentes, un ambiente de trabajo saludable y una producción respetuosa con el medio ambiente. Además, prohíbe la explotación laboral y el trabajo infantil y rechaza cualquier tipo de discriminación por sexo, raza y religión.
La cosmética ecológica, por tanto, tiene que ser una actividad consciente que se preocupe por la protección de nuestra salud y la del medio ambiente y que sea socialmente responsable.
Criterios que debe seguir un producto para ser considerado cosmética ecológica
En mi opinión, debería tener en cuenta los siguientes criterios:
- Ingredientes procedentes de la agricultura ecológica o de la recolección controlada y mínimamente procesados.
- Productos seguros, efectivos y con formulaciones sencillas. No serán testados en animales.
- Ingredientes procedentes de productores locales cercanos. De no ser posible, recurrir a materia prima procedente del comercio justo.
- Envases reciclados o reciclables, evitando embalajes innecesarios.
- Sistema de fabricación que garantice un mínimo gasto de energía, como es el caso de la producción artesanal.
- Fomento del comercio local y de los canales cortos de comercialización. De esta manera se consigue, por un lado, reducir la huella de carbono y, por otro, que los consumidores puedan acceder a productos ecológicos de calidad a un precio asequible.
- Un paso más allá sería fomentar la Responsabilidad Social Corporativa de la empresa para dar apoyo a iniciativas que busquen una mejora socioambiental.
No es fácil para un emprendedor cumplir desde los inicios con todos estos criterios. Es complicado que podamos comprar directamente a los productores y productoras de los países del Sur o que tengamos beneficios que puedan ser invertidos en proyectos de desarrollo. Pero sí que podemos hacer pequeñas cosas, como garantizar que la mayor parte de nuestros ingredientes sean ecológicos, asegurarnos a través de nuestros proveedores que las personas productores trabajan en condiciones dignas, vender a cooperativas de consumo o donar nuestro tiempo o productos para contribuir a un mundo más justo y sostenible.
No necesitamos correr, solo avanzar de manera firme y segura siendo fieles a nuestros ideales.
Mª Luz Iñarra
Bióloga, ambientóloga y estudiante de Naturopatía
Fundadora de Landalore, empresa artesana de cosmética ecológica
Naturaleza Savia destaca:
- Cada vez son más las personas que son conscientes de la crisis ambiental que estamos viviendo y han optado por seguir hábitos de consumo más sostenibles y responsables. Buscan productos beneficiosos y respetuosos con nuestra salud y con nuestro planeta.
- Cuando hablamos de cosmética ecológica, no tenemos que pensar solo en el modo en que se ha producido la materia prima (cultivo ecológico o convencional), sino en las condiciones sociales en la que se encuentran sus productores. La mejor manera de garantizarlo es a través de los criterios de comercio justo.
- No necesitamos correr, solo avanzar de manera firme y segura siendo fieles a nuestros ideales.