Muchos de los mensajes negativos que recibimos en nuestra infancia se fijan en nuestro cerebro como creencias limitantes que nos impiden disfrutar de nuestros dones y talentos
Las vivencias de nuestra infancia nos acompañan a lo largo de toda la vida. En este período de nuestro ciclo vital, absorbemos conocimientos y conductas.
Seguramente, recuerdas como si fuera hoy cuando te ataste por primera vez los zapatos sin ayuda, el día que te hicieron responsable de la comida de tu mascota o la primera noche que dormiste fuera de casa. Así conociste la satisfacción de ser capaz de hacer algo nuevo, la alegría de que confíen en ti y el orgullo de ser mayor.
Claro que también puede que hayas tenido experiencias infantiles alejadas del halago y recuerdes las frases repetitivas de tus padres sobre tu dificultad para hacer tal cosa, las comparaciones con tu hermana menor o la frase de tu profesora diciéndoles que no vales para estudiar.
Probablemente, si has vivido estas últimas situaciones, se habrán almacenado en tu interior como creencias limitantes: “Yo no puedo hacer esto. Yo no merezco el halago. Yo soy zoquete y voy a suspender el examen”. Estos pensamientos se han repetido tantas veces que acaban siendo creencias. Se graban en tu programación de vida.
Nuestro cerebro, esa maravillosa maquinaria que nos hace humanos según algunas teorías, está constantemente creando conceptos y significados. Recibe una ingente cantidad de información en forma de estímulos sensoriales, la codifica, la segmenta y la desecha o la guarda. ¡En micromillonésimas de segundo! Fascinante, ¿verdad?
Éste es un sistema complejo de almacenaje que es organizado por lo que a mí me gusta llamar “el cerebro en acción”: la mente. Nuestra mente está llena de programaciones, creencias y hábitos cognitivos que se han grabado a fuego y están integradas de tal manera que nos generan ciertos pensamientos recurrentes como respuestas inmediatas y no nos damos cuenta. Este proceso lo tenemos totalmente normalizado.
El principal objetivo de este proceso cognitivo es lograr coherencia entre lo que nos ocurre en el interior (emociones, sentimientos, efectos corporales) y lo que el estímulo externo nos comunica (sonidos, imágenes, olores, escenas, sensaciones). Para ello, utiliza mecanismos como el Sistema de Activación Reticular (SAR).
Y, ¿cómo funciona este sistema de activación reticular? Pues filtrando la información que se guarda o se desecha. Y, claro, cuanto más arraigado tenemos un programa o una creencia en nuestro interior, más sencillo le resulta almacenarla, porque ya está codificada: ante una situación nueva, busca una experiencia similar anterior y provoca la misma respuesta.
El funcionamiento es como el de un muelle que salta rápidamente con la inercia que lo identifica: si me han dicho siempre que no valgo para estudiar, yo lo hago parte de mi ser, me identifico con esta programación y cuando tenga la oportunidad de aprender algo, lo rechazaré de inmediato; como siempre me desvalorizaban al lado de mi hermana, cuando me ofrezcan un puesto mejor en mi empresa, pensaré que no estoy preparada porque no merezco ser valorada; como me resultaba difícil saltar a la comba de pequeña, cuando sea mayor no intentaré hacer deporte porque yo no soy capaz.
Estos son algunos ejemplos, casi clásicos, en cuanto a lo que llamamos CREENCIAS LIMITANTES. Nos impiden desarrollarnos como personas, llevar a cabo nuestro propósito, consiguiendo así limitar nuestras capacidades, nuestras acciones, impidiéndonos disfrutar de nuestros dones y talentos.
Lo bueno de todo esto es que podemos transformar estos programas nocivos para nuestro bienestar personal y social. Encontrarlos y decodificarlos es un trabajo que requiere un proceso de autoconocimiento profundo. Las descubrimos buceando en las aguas profundas de nuestra esencia sensible y cuando las encontramos, las analizamos y las transformamos en acciones que nos ayudan a recuperar el poder creador que forma parte de nuestra naturaleza para lograr una Vida de Satisfacción.
Mar Bustos
Naturaleza Savia destaca:
- Las frases repetitivas y negativas se almacenan en nuestro interior como creencias limitantes: “Yo no puedo hacer esto. Yo no merezco el halago. Yo soy zoquete y voy a suspender el examen”.
- Las creencias limitantes nos impiden desarrollarnos como personas, llevar a cabo nuestro propósito; limita nuestras capacidades, nuestras acciones, impidiéndonos disfrutar de nuestros dones y talentos.
- Podemos transformar estos mensajes nocivos a través de un trabajo de autoconocimiento.