Un cuento breve que nos recuerda que cuando nos atrevemos a enfrentarnos a nuestros miedos -la mayoría imaginarios- éstos desaparecen
En una lejana sabana africana, andaba perdido un león. Llevaba más de 20 días alejado de su territorio y la sed y el hambre lo devoraban. Por suerte, encontró un lago de aguas frescas y cristalinas. Raudo, corrió veloz a beber de ellas para así, paliar su sed y salvar su vida.
Al acercarse, vio su rostro reflejado en esas aguas calmadas.
-¡Vaya! el lago pertenece a otro león, pensó y aterrorizado, huyó sin beber. No quería enfrentarse a otro león enfurecido.
La sed cada vez era mayor y él sabía que, de no beber, moriría. No había ningún otro lugar cercano donde poder beber. A la mañana siguiente, armado de valor, se acercó de nuevo a lago. Igual que el día anterior, volvió a ver su rostro reflejado y de nuevo, presa del pánico, retrocedió sin beber.
Y así pasaron los días con el mismo resultado. Por fin, en uno de esos días comprendió que sería el último si no se enfrentaba a su rival. Tomó finalmente la decisión de beber agua del lago pasara lo que pasara.
Se acercó con decisión al lago, nada le importaba ya. Metió la cabeza para beber… y su rival, el temido león ¡desapareció!